domingo, 12 de julio de 2009

La Voz de Barcelona

No os he comentado que he comenzado a escribir en el blog de la Voz de Barcelona. Me complace especialmente emitir opinión en el blog que dirige Alejandro Tercero, hermano de Dani e hijo del malogrado Antonio Tercero que fue presidente de Acción Cultural Miguel de Cervantes. He titulado la sección en la que escribo "A contracorriente" y esa expresión le cuadra perfectamente a la Voz de Barcelona que se aparta de lo políticamente correcto para escudriñar y difundir noticias que ponen negro sobre blanco las incoherencias y los desatinos nacionalistas. Realmente me siento como en casa, a pesar de que algunos de los comentaristas habituales en mi sección se empeñan en difundir patrañas. La última no tiene desperdicio, me llegan a preguntar si voy a ir en la lista del PSC en las próximas elecciones autonómicas. Puedo asegurar solemnemente que semejante majadería es radicalmente falsa.

Os pongo los link de los dos últimos artículos que he publicado y los transcribo.

Carod el 'dilapidador'


Parece ser que las posiciones del Gobierno catalán y del Gobierno de la Nación sobre la financiación autonómica se están aproximando. Al final ha prevalecido el carácter bilateral de la negociación y pudiera ser que el pacto deje fuera del acuerdo a otras Comunidades Autónomas que consideran que el criterio de la población, a la hora de fijar la redistribución, debe ser atenuado con otros factores como el envejecimiento, la extensión territorial o la insularidad.

Pero no es de esto de lo que quería escribir, sino del buen fin que se da a los dineros que reciben algunas Comunidades Autónomas. A mi juicio, muchos gobiernos autonómicos son manirrotos o dilapidadores. Una prueba de prodigalidad la encontramos en los habituales viajes que realiza el consejero de la Vicepresidencia catalán, Josep-Lluís Carod-Rovira, a países para los que siempre se encuentra algún motivo que justifique el desplazamiento. Cuando no es por una visita para comprobar in situ el estado de un proyecto de cooperación (¡para eso están los técnicos!) en Mozambique, es para deslizar cortinas de lápidas conmemorativas (ante menos de cinco personas) en París o para inaugurar exposiciones que sirven de justificación para tratar como héroes a los españoles, nacidos en Cataluña, que defendieron la independencia de Cuba y pasar olímpicamente, en cambio, de aquellos otros miles de catalanes que defendieron lealmente la pertenencia a España de las provincias de ultramar y murieron por ello en aquella guerra.

La acción exterior catalana es una cáscara hueca, una excusa, una coartada que no sirve para nada efectivo, sólo para aparentar que se tiene vocación de Estado propio y colocar la señera como emblema único. Caprichos extravagantes, que simplemente resultarían chuscos si fuesen gratis. Pero el empecinamiento simbólico sale muy caro. Las delegaciones, semivacías de funciones, son instaladas en edificios céntricos y lujosos de las grandes capitales y el personal destacado en ellas es contratado por la proximidad ideológica al proyecto independentista y remunerado con generosidad por sus valedores.

Carod en su viaje a Jerusalén se autocolocó la corona de espinas, lo lamentable es que su actuación esté resultando una verdadera cruz para todos los catalanes. Ahora sabemos que aquella foto no era un recuerdo de vacaciones de dos turistas provincianos; era una premonición, un aviso para navegantes.


Una Inspección de trabajo de 'país'

El tripartido, con el apoyo de CiU, quiere crear la Agencia Catalana de la Inspección de Trabajo. Cuando se materialice el traspaso de los funcionarios de la Inspección a Cataluña se habrá dirigido un torpedo letal contra el sistema de la Inspección de Trabajo y Seguridad Social española que ha funcionado de una manera eficaz y eficiente hasta ahora.

Los que recurrentemente se empeñan en hacer, en la terminología al uso de la Cámara catalana, “leyes de País” estarán satisfechos porque con la creación de la Agencia se pondrá una nueva piedra para la construcción del “espacio catalán de relaciones laborales”. En cambio, los que defendemos los intereses de los trabajadores, los que nos preocupamos por su seguridad, los que estamos interesados en hacer valer los principios tuitivos del Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social no tendremos nada que celebrar.

A la consejera de Trabajo de la Generalidad, Mar Serna, palentina de origen, se le ha ido la mano a la hora de desarrollar el Estatuto de Autonomía. El artículo 170 transfiere la dependencia orgánica de los funcionarios de la Inspección y ella ha despachado un proyecto de Ley que pone las bases de un modelo propio de Inspección de Trabajo para Cataluña con unos principios rectores específicos.

En momentos de crisis, en los que la política de austeridad, debiera evitar la creación de órganos innecesarios se impulsa una nueva Agencia que conllevará una nueva remesa de altos cargos (presidente, director, Consejo de Gobierno, Comisión de seguimiento del Consejo de Gobierno). Además, se quiere aprobar un cuerpo propio de la inspección catalana: el Cuerpo de Subinspección de Seguridad y Salud en el Trabajo.

El resultado de todo ello es que el eficaz sistema único e integrado, generalista, de la Inspección de Trabajo en toda España será sustituido, en una nueva ronda de café para todos, por diversos sistemas de subinspección de carácter autonómico, con el consiguiente fraccionamiento de la coordinación y colaboración de los inspectores a nivel nacional. Una ronda que, una vez más, correrá a cuenta de los ciudadanos españoles.